jueves, 12 de noviembre de 2009

Pregón Santa Cena

Aquí os dejo el Pregón de la Santa Cena 2.009, que pronuncié en la Iglesia de Bonanza.


Que lo disfrutéis.





Tú llegarás.

En un momento en el que todo parece vacío, donde somos hostiles hasta para con nuestros propios hermanos y cuando la desesperanza aparece por los rincones… Tú llegarás.

Y llegarás de la mano de Tus hijos, mis hermanos, que trabajan día a día para conseguir formar un hogar para acogerte, un cálido remanso de amor y cariño donde El Señor pueda confortar a quienes a Él se acerquen.

Y Tú llegarás.

Y Bonanza se vestirá de gala, y relucirá como una blanca perla de espuma de mar, y con la plata del pescado brillará este rinconcito sanluqueño, y con el oro de la arena de la playa el fulgor deslumbrará a quienes se acerquen a verte, porque Padre Mío, … Tú llegarás.

Se abrirán los cielos, se parará el tiempo, se detendrá el paso de las horas porque nuestro río traerá en volandas a Aquél que viene a darnos Su Cuerpo y Su Sangre, Aquél que se va a inmolar por salvarnos y nos traerá la redención eterna; ese que será el Agua Viva, y el que beba de ella nunca volverá a tener sed; Bienaventurada tú, Bonanza, por poder tener en tu corazón al mismo Dios hecho hombre.

Bienaventurada seas, Bonanza.
Bienaventurada seas por siempre
Bienaventuradas sean tus gentes
Que buscan al Señor con Esperanza.

Bienaventurado sea tu río,
Aquél que te sustenta día a día:
La fuente de tus penas y alegrías
Allí donde tú ostentas señorío.

Bienaventuradas sean tus calles
Donde tus niños ríen y juegan
Donde las abuelas buscan sombra fresca
Y respiran de la sal que hay en el aire.

Bienaventurada tú, que nos regalas
Al Cordero que se ofrece en sacrificio
Que así Dios firma un nuevo compromiso
Con un pueblo que quiere darle la espalda.

Bienaventurada tú, y el privilegio
De poderlo ver todos los días
De tenerlo en tu Iglesia en compañía
De la Madre de la Mar, de cetro regio.

Bienaventurada seas, Bonanza,
Aquí acaba mi poema
Porque ya sin más tardanza
Comienzo con mi alabanza
Para el Señor de la Cena.


Reverendo Señor don Manuel Jesús Ortíz, párroco de esta Iglesia de Nuestra Señora del Carmen.
Señor Delegado de Bonanza-Algaida, don Rafael Louzao.
Señor Vicepresidente y Junta Directiva de la Agrupación Parroquial de Nuestro Padre Jesús Sacramentado en Su Última Cena y María Santísima del Dulce Nombre.
Señores Hermanos Mayores y miembros de Juntas de Gobierno de las diferentes Hermandades sanluqueñas.
Señoras, señores, hermanos todos.

Muchas gracias, hermanos. Muchas gracias, Miguel, Álvaro, Vanessa, Rocío, Javi,… ya tantos y tantos otros que me habéis dado la oportunidad para que, desde este ambón, traiga a nuestros vecinos la noticia de lo que se está por llegar. Porque muy pronto estará ya con nosotros, y podremos venir a verlo. Porque muy pronto lo veremos pasar por nuestras calles, y en sus cultos lo sentiremos a nuestro lado. Y porque todo ello no sería posible sin vosotros, que día a día trabajáis para que vuestro sueño se vea reflejado en la cara de ilusión de nuestra gente. Desde aquí no puedo menos que daros las gracias, por querer regalarnos ese trocito de Dios que hacéis con vuestro trabajo y dedicación. Quiera el Señor que siempre sigáis juntos y trabajando por nosotros, por vuestros amigos y vecinos, y que Bonanza luzca orgullosa y radiante para albergar esa joya que será, sin duda, contar con una Hermandad como esta.

¿Quién lo iba a decir? Si hace nada la Semana Santa de Sanlúcar parecía inamovible, tras la incorporación de la Hermandad del Silencio; si no hace nada que todos creíamos que todo estaba hecho en nuestra Semana Mayor… y mírennos hoy: ya somos catorce hermandades y dos agrupaciones parroquiales las que tenemos el privilegio de estar en la nómina del pueblo cofrade sanluqueño.

Y qué casualidad que seas tú hoy, barrio de Bonanza, la que traigas a Sanlúcar ese misterio que faltaba para completar nuestra Semana Santa. Es curioso que en esta barriada humilde, de gente buena y trabajadora, sea en este tiempo en el que haya proliferado esta divina inquietud de plasmar ese Divino Misterio de la transubstanciación del Cuerpo y la Sangre de nuestro Redentor en el Pan y el Vino consagrado en el Altar. Porque no es sólo un paso de Semana Santa lo que viene a regalarnos esta nueva Agrupación Parroquial; de eso nada. Aquí veremos surgir, gracias al trabajo constante, uno de los momentos más bellos de la vida de nuestro Redentor.


Imaginémonos, por un momento, ese trance que Jesús tuvo que pasar al celebrar esa que sabía que sería su última comida junto a sus amigos y compañeros. Reunidos todos en esa habitación, en esa noche oscura donde todo había de desarrollarse como Él sabía y no quiso contar para no oscurecer los corazones de sus discípulos. Comienza todo con un lavatorio de pies por parte del Maestro a sus discípulos, dando el ejemplo de servicio que ha de seguir el pueblo cristiano. Luego, el dramático momento en el que anunció la traición de Judas, mediante la cual sería entregado para su sacrificio. Y por último nos diste el mayor regalo, el regalo de la Eucaristía, que se perpetuaría en la tradición cristiana, y mediante el cual nos unimos todos tus fieles a ti, siendo verdadera Liturgia la que realizamos al formar Tu Cuerpo para que seas la Cabeza de nuestra iglesia de salvación.

Señor, Rey de la Humanidad,
Te arrodillaste un día
Y los pies que te seguían
Lavaste con humildad
Sin importarte que ellos
No deberían de tocar
Uno solo de tus cabellos.

Qué lección para Tus fieles
Algunos tan importantes
Que no se ven semejantes
Y utilizan de escabeles
Al pueblo que han de guiar
Y en lugar de dar servicio
Se conforman con mandar.

Tú hiciste del Jueves Santo
El día del amor fraterno
Sacrificaste Tu Cuerpo
Muriéndote Tu por tantos
Que parecen olvidar
Que son Tu Cuerpo y Tu Sangre
Los que están en el Altar

Viste a un Judas traicionero
Y el lugar de castigarlo
Perdonaste su pecado
Sentándolo a Ti frontero
Pues si Tú perdón le diste
¿No habremos de hacer lo mismo
Los que decimos seguirte?

Fuiste místico cordero
Y te ofreciste a Dios
Para purgar con tu Amor
Pecados del mundo entero
Y fuiste la Luz que guía
Y el Faro de nuestra vida
Con tu muerte en agonía.

No nos olvides Señor,
Que te seguimos amando
Y que seguimos buscando
En tu Sangre Redención,
En tu Cuerpo el Alimento
Y así, con la Eucaristía
Podemos sentirte dentro.

Jesús también nos regaló un nuevo mandamiento en esa Última Cena que pronto podremos ver entre estos muros: el mandamiento del AMOR. En el evangelio de San Juan podemos ver cómo el Señor nos anima a que nos amemos, unos a otros, de la misma forma que Él nos ha amado. Porque Dios es Amor, y Jesús en su Primera Eucaristía nos lo manda, debemos ser fieles a su más grande revelación: el AMOR es la llave que abre las puertas del cielo. No debemos fijarnos en quien nos hace daño, sino mostrarles a todos nuestro compromiso cristiano teniendo una sonrisa y una palabra cálida como escaparate. Y que no quede ahí, en el exorno, en el alarde, sino que brote de nuestro corazón esa bondad y que rezume por nuestros poros nuestra voluntad de querer a nuestros semejantes.

Sé que estos momentos para la Asociación son especialmente duros, y más cuando os estáis encontrando en este, ya de por sí difícil, camino los escollos que algunos malintencionados van dejando para veros tropezar y caer; mas no desesperéis, hermanos. El mismo Dios que os exhortó un día para que soñarais esta realidad de hoy, que es la Santa Cena en Sanlúcar, os irá animando día a día para que no os dejéis llevar por aquellos lobos con piel de cordero que tratarán de equivocar vuestro camino. También os advierto que no hagáis caso a aquéllos que pretenden destruir vuestro sueño, puesto que muchos hay que tratarán de que nunca llegue a buen puerto esto tan grande que habéis emprendido. El secreto, si aceptáis un consejo de éste que no hace mucho ha llevado junto a su Junta de Gobierno a una Agrupación Parroquial a ser Hermandad hoy día, es que siempre debéis estar juntos, y no dejar que os separen habladurías o problemas. Sois iglesia, y como tal debéis juntos caminar hasta llegar a la meta final de que la Santa Cena sea contada entre las Hermandades Sanluqueñas.

Sueña Sanlúcar que tiene
Una Hermandad marinera
Sueña un paso que es un barco
Que en Bonanza suelta velas.

Sueña que la calle Ancha
Ya no es calle, que es ribera
Por donde navegan gentes
Que desde la mar le llevan.

Sueña mi pueblo un Señor
Que les anuncia en Su Cena
Que Su Cuerpo en el Altar
A redimirnos espera.

Sueña con sus nazarenos
Que iluminan con sus velas
El navegar de ese barco
Con olor a mar y arena.

Sueña con sus costaleros
Que poco a poco lo llevan
Sobre los mares de gente
Que ver a su Cristo anhelan.

Sueña La O con el día
En que lleguen a sus puertas
Y allí hinquen la rodilla
Al rezar su penitencia.

¡Despierta, Sanlúcar mía!
No te duermas que ya llega
Al que esperas noche y día
Que ya las olas lo acercan
Poco a poco se aproxima
Nuestro Señor de la Cena
Que viene con alegría
Porque Bonanza lo espera.


Qué sería del Señor sin una Madre Buena. Una madre que, como un puerto cuando llega el temporal, lo arrope, lo cuide, lo proteja. Virgen del Carmen bendita, patrona de la gente de la Mar que a ti confían su vida y su suerte, cuida a tus hijos para que puedan traerte a tu Unigénito. Cuídalos, Señora, dales ánimo y esperanza para que lleguen ante tus plantas y te muestren a Jesús, que vendrá a anunciar la Santa Eucaristía a tus gentes. Será Tu Dulce Nombre, María, el que lleven en sus labios cuando besen los pies de Cristo. Serás Tú, mediadora universal, la que va a hacer posible que una pasión tome forma, y que del vulgar barro y la madera surja la Imagen que desatará los amores de esta bendita tierra. Porque sin ti, Señora, nada sería posible. Porque Tú humildemente aceptaste un día convertirte en virginal sagrario, y fuiste el Vaso que recogió al Verbo Divino. Porque amamantaste al Redentor de la Humanidad, Señora, por eso y por tantas cosas…

Quisiera decir Señora cuánto te quiero
Que para expresar mi amor no sirven palabras
Es tanto lo que me invade ante Tus Plantas
Que me siento hasta volar, tocar el cielo.

Tú sin par belleza supera al mundo entero,
Y Tu donosa figura a admirarte ensalza
Pues Dios te eligió, para nacer sin mancha,
Ser Sagrario que cobijó al Místico Cordero.

Tú me haces renacer, vuelvo a ser niño,
Pues Cristo te nombró Madre de los Hombres:
Y como Madre que eres te hablamos con cariño.

Reina Universal, Señora de infinitos dones,
Carmen, Penas, Paz… todo se vuelve lo mismo
Ya que María será por siempre tu DULCE NOMBRE

Queda mucho camino por andar, apenas si se ha empezado la senda que nos llevará a ser Hermandad y ya parecen perderse en el recuerdo los comienzos de esta Agrupación Parroquial. Y pronto parecerá mentira esta espera que ahora se nos antoja eterna para tener la Imagen del Señor entre nosotros; luego no nos creeremos que tan largo se nos hiciera la constitución como Hermandad, y algunos hermanos no conocerán la primera salida procesional hasta la Iglesia de La O. Porque todo ha de llegar, como dije al principio de este vuestro Pregón, todo llegará y hemos de saborear y disfrutar del camino. No todo es festejar la llegada a la cima de la montaña, pues vacío estaría el premio sin haber paladeado hasta la hez las agridulces vivencias que han surgido y surgirán en este sendero cristiano. Puede que esto os suene mal, que todos queráis poder tener ya entre nosotros al Señor, y rendirle culto, y salir en procesión, y contar con un cuerpo de nazarenos, … pero de corazón, disfrutad del proceso, puesto que ahora es cuando más se necesita de la unión y la fe entre vosotros.

Ya ha llegado a su fin este vuestro Pregón, hermanos. Ya me retiro de este ambón, y no puedo menos que volver a agradeceros el que me hayáis concedido la oportunidad de ser vuestro pregonero. Antes de despedirme, solamente quiero transmitiros mi deseo de que todo en vuestro camino salga como os merecéis, que no es decir poco, ya que sois un grupo fuerte de cristianos consolidados y comprometidos que muy pronto han de seguir cobrando recompensas de su esfuerzo y su trabajo …


Bonanza te está esperando …
Señor, ven ya ¿a qué esperas?

No os desesperéis, hermanos,
Porque el Señor está cerca.

No os venza el desánimo
Que a mentiros aparezca;
No os dejéis engañar
Por quien venga con vileza

Por ese río que baja
De Sevilla, la Maestra,
Vendrá navegando un día
Quien ha de quitar las penas.

Qué marinero señor
Para gente marinera
Que hasta Sanlúcar vendrá
En un barquito de vela

Bonanza se hará campana
Y repicarán sus piedras
Y esperándote el gentío
De Tu belleza hará lenguas

Bonanza te está esperando …
Señor, ven ya ¿a qué esperas?

Tus pies serán salpicados
Por el agua clara y fresca
Que riega a este Tu pueblo
Que en ese muelle te espera

Tus cabellos serán mecidos
Por la brisa bonancera
Que susurrará a tu oído
Las cositas de esta tierra

Bonanza te está esperando …
Señor, ven ya ¿a qué esperas?
Si tienes en vilo a un pueblo
Que con tus ojos ya sueña

Que quiere verte, Señor,
Y contarte sus problemas
Y junto a ti confortarse
De sus alegrías y penas

Un cáliz habrá en tus manos,
Lucirás túnica nueva
Y tendrás dentro de Ti
Las almas de esta Tu tierra

La misma Virgen del Carmen
Estar a Tu lado anhela
Ya la iglesia está dispuesta
Para cuando venir quieras

Bonanza te está esperando …
Señor, ven ya ¿a qué esperas?

Preparado está Tu pueblo
Para celebrar la fiesta
Que celebrará Sanlúcar
Cuando Tú quieras que sea

¡Que ya llega el Redentor
Llega el Señor de la Cena
Llega nuestro Salvador
En un barquito de vela!

¡Asómate a ver, Bonanza,
Que ya llega, que ya llega!



He dicho.

martes, 10 de noviembre de 2009

Pregón Semana Santa de Chipiona

Aquí os dejo el pregón de la Semana Santa de Chipiona del año 2.009, realizado por un servidor de ustedes.

Entre paréntesis tenéis las marchas que se interpretaron.


Resuenan todavía los redobles
De tambores, carnavales y algaradas
Cuando ya la primavera, engalanada,
Nos anuncia que llegó junto a sus flores.

Ya templan las cornetas sus quejíos,
El aroma de torrijas nos embarga
Ya las tardes, cada día más largas,
Lanzan a la noche un silente desafío.

Costaleros con sus últimos ensayos,
Nazarenos que compran su atavío,
La luna de la Pascua del judío
Que anuncia el Viernes Santo a los cristianos.

Todo ha de llegar, y consumarse
En esta Jerusalem de Andalucía
Donde un Cristo que Expira al mediodía
No exhalará hasta morir la tarde.

Y en Chipiona un faro, que es vigía,
Observará de nuevo a un Dios Cautivo
Que paso a paso, acompañado de sus hijos,
Espera el momento de cumplir la profecía.

Y una Madre dolorosa, envuelta en llanto,
Con flores que adornan Su hermosura
Comenzará bajo palio Su andadura
Cubriéndonos de pena con su manto.

Será Su Soledad tan desgarrada
Que saldremos tras Ella caminando
Queriendo ser remedio del quebranto
Que perla de lágrimas Su cara.

Un Cristo colgando de un madero
Misericordias nos trae del Viernes Santo
Y hasta la misma luna se hará canto
De saetas que nos llegan desde el cielo.

Rendido ya en los brazos de Su Madre
Las maldades de los hombres ha purgado:
Ese era el precio de expiar nuestros pecados,
La sangre de los hombres por Su Sangre.
La Santa Semana Santa ya ha llegado
Y en Chipona se hará devota penitente
Para hacer sentir y recordar a sus gentes
Una alianza de amor: Cristo crucificado.

Que tus calles se preparen, que ya llega,
Que la sal de tu mar sea tu incienso
Que rumor de tus olas sea lamento
Porque termina ya el tiempo de cuaresma
Y quiere Dios que sea en esta tierra
Donde Su Hijo nació, vivió y fue muerto.

Reverendo Señor don José Ramón Martínez de Tobillas, párroco de esta Iglesia de La O.
Excelentísimo Señor Alcalde de esta Villa de Chipiona, don Manuel García, y miembros de la Corporación Municipal.
Don Agustín Hernández, Delegado Diocesano de HH y CC.
Señores Hermanos Mayores y miembros de Juntas de Gobierno de las Hermandades chipioneras.
Hermano Mayor y compañeros de Junta de Gobierno de mi Hermandad de la Sagrada Resurrección.
Cofrades, amigos, señoras y señores:

Muy poco propio de mí sería empezar este vuestro Pregón sin antes agradecer, con el corazón en la mano, el que hoy me hayáis regalado el estar aquí con vosotros.
Gracias por ofrecerme este ambón pregonero para anunciaros lo que está por venir, lo que ha de llegar y que a todos, de una forma o de otra, nos empuja a salir de casa y venir al Templo para encontrarlo.

Gracias a los Hermanos Mayores del Cautivo y de las Misericordias, por depositar su confianza en mí, sin conocerme siquiera, para pregonar sus grandes días. Mucha es la responsabilidad que hoy depositáis en mí, y espero que sepáis ver el cariño y la ilusión que lleva depositado este Pregón, para que así podáis disculpar mis muchos fallos.

Gracias a Paco Sáez por sugerirles mi nombre, seguramente guiado por el cariño, y así poder estar aquí hoy con vosotros. Y gracias a Manolo, por presentarme de esta forma magistral; querido Manolo, siguen pasando los años y seguimos como al principio, llenos de proyectos e ilusiones al amparo de la túnica de Cristo Resucitado.

Pero permítanme que hoy también agradezca de manera pública a dos personas muy especiales que han hecho posible que hoy esté aquí y que mi nombre figure en la lista de los cristianos. Son dos personas que desde niño me han guiado para que mi camino sea el recto, sin dobleces. Dicen que a los árboles hay que enderezarlos desde pequeños, y así lo han hecho conmigo. Gracias, mamá y papá, por ser unos padres ejemplares, que siempre han tenido la virtud de hacer de su capa un sayo para que nada faltara a sus hijos, y que se han preocupado de enseñarnos valores cristianos, para hacernos personas de bien. Gracias por regalarme la inmensa dicha de sentirme hijo de Dios siendo a la vez hijo vuestro.

Qué suerte tener dos guías
Que con cariño sincero
Te conducen por la vida
Abriéndote sus secretos:
Que te enseñen a rezar
Tus primeros padrenuestros.

Qué suerte la de haber sido
Un pequeño nazareno;
Qué suerte el haber tenido
Un capirote de sueños,
Un cíngulo de emociones
Y una túnica de anhelos.

Qué suerte coger un cirio
Y caminar el silencio;
Qué suerte poder dar cera
Al que pide con respeto,
Y acompañar a Tu Cristo
Cuando sale de Su Templo.

Qué suerte tener un padre
Que fuera de costalero:
Que me viniera a buscar
Cuando salía de relevo,
Y ver brillar su mirada
Al ver a su nazareno.

Qué suerte ver a mi madre
Mi túnica un día cosiendo;
Qué suerte que me acompañara
A mi lado, sonriendo,
Que me dejara el rosario
Que rezaba entre sus dedos.

Qué suerte, señor, que un día,
Me dieras padres tan buenos
Que me enseñaron a ser
Cristiano, penitente y costalero
Y que son de Cristo vivo
Los mejores pregoneros.
(Madre Hiniesta)

Qué tiempos tan difíciles nos están tocando vivir, hermanos. Ahora está de moda el descreimiento, el renegar de nuestras creencias y nuestra religión, el no querer saber nada de nuestro pasado y dedicarnos simplemente a disfrutar de la vida, sin preocuparnos de nada ni de nadie. Por lo visto estorban hasta los símbolos cristianos que puedan verse, como por ejemplo un crucifijo colgado en la pared de un colegio. Nadie recuerda ya que los religiosos han sido los que han transmitido la cultura y el conocimiento desde tiempos remotos, que en esos colegios donde hoy se da ética y se aprende a ser buen ciudadano antes sonaban con alegría los cánticos infantiles, canciones de misa e iglesia que muchos de los presentes recordaremos.
Ahora no. Ahora las vejaciones grabadas con un móvil y colgadas en internet están a la orden del día, y a mí que no me molesten con la educación de mis hijos, pero que no se le ocurra a nadie querer enseñarle lo que a mí no me da la real gana de hacerle ver. No es que abogue por una educación religiosa de unos tiempos de posguerra ya pasados, sino que creo que conocer las tradiciones y la cultura de su tierra forma parte de una correcta formación, para que los jóvenes que hoy se forjan sientan respeto y apego por la herencia que van a recibir, y no la malvendan a cambio de cuatro fetiches importados.

No queremos ver las cruces, y eso que las tenemos presentes cada día. La cruz del paro, por desgracia hoy día tan en boga; la cruz de la violencia contra la mujer, que tantas páginas de diarios llena; la cruz del aborto, con unos gobernantes que quieren promulgar una ley que atenta abiertamente contra la vida; la cruz del divorcio, cuando los matrimonios se están rompiendo sin ton ni son; la cruz de la droga, de los enfermos, de los marginados; la cruz de las personas mayores, que parece que estorben en nuestra vida moderna; la cruz de la delincuencia, con unos jóvenes que no saben hacia dónde deben encaminarse …
Pero esas cruces no la queremos ver hoy: mejor nos va mirándonos el ombligo en este mundo edonista donde los placeres artificiales parecen haberle ganado la batalla a Dios.

Cruz:
Ahora molestas sin pensar que un día
Cuando vieron acercarse la hora funesta
Acudieron a Ti, e implorándote pedían
Que se retirara el mar que invadía la tierra.

Retirarte quieren de entre nuestras calles
Que no les moleste Tu sola presencia
No sea que alguien viéndote repare
En cuanto añoramos contar con Tu esencia.

La cruz que quitamos, sólo la cambiamos
Por ídolos vacuos que su poder quieren
Para hacer dinero los cuatro de siempre.

¡¡¡Nunca dejaremos quitar nuestras cruces,
Pues son nuestra fe, creencia y cultura,
Y si algún Gobierno Te echa a la basura,
Yo Te cogeré, no una: mil veces!!!

Ya llega, como cada año, la semana soñada por los cofrades. Ya se puede uno imaginar, embriagado quizá por el aroma del azahar y puede que presto a dejarse llevar por las ensoñaciones, ese Domingo de Ramos festivo, lleno de color y donde los niños agitan sus palmas y olivos. Cuánto has de pasar todavía, Señor, qué lejos nos parece que queda Tu Pasión cuando, engalanados con nuestro mejor traje, nos disponemos dichosos a oír Tu Palabra. Y es que hasta el mismo Templo parecer medrar, crecer con nosotros y llevar hasta el mismo cielo nuestros cánticos de alegría, porque el Señor llega.

Llegaste un nuevo Domingo,
De Palmas, olivos, cantos,
De infantiles procesiones,
De juveniles encantos.

Llegaste en Tu borriquita,
Entraste de forma humilde
Así diste una lección
A quienes han de servirte.

Sigues entrando, Señor,
En este Jerusalem
Que se presta a recibirte
Con las palmas de la Fe.

No Te habremos de cerrar
La puerta del Corazón
Para que entres, Maestro,
Pues ya empieza Tu Pasión.

Así, tras la Última Cena,
Te entregaron en el Huerto,
Y te llevaron atado
Preso de tu Amor, preso.

Juzgado fuiste, Señor,
Y condenado a la pena
De morir en una Cruz:
¡Ay, cuán severa condena!

Llegaste hasta Tu calvario
Cargando con el madero
Y al fín, muriste purgando
Pecados del mundo entero.

Si cuando llegaste fuiste
Recibido con hosannas
Hoy Te vas de entre los vivos
Solo, hoy nadie Te aclama.

Señor, perdona a Tu pueblo,
Que Te rinde culto esta Semana
Y se postra ante Ti, busca tu encuentro,
Porque sabe que aunque hoy Te vea muerto
Resurgirás con el sol de una mañana.

Y la Pasión de Cristo comenzará, a partir del Jueves Santo, con su Última Cena. El Señor nos regaló la Eucaristía, verdadera alianza nueva entre Dios y los hombres, para que conmemoremos su presencia entre nosotros. Ya nos anunció que el Templo derribado en tres días lo ha de reconstruir, y no nos damos cuenta de lo que tiene que sufrir por nosotros. Un Judas traidor tiene en su bolsa treinta monedas, que son el precio de la vida del Redentor del mundo.

¿Y cuántos Judas conocemos nosotros? ¿Cuántos, cegados por el ansia de poder y de dinero, que venden a sus hermanos, a sus vecinos, a su tierra …? ¿Qué hemos de hacer con éstos que miserablemente van buscando protagonismo, sin recabar en quién perjudican con su actitud?

Afortunadamente, Jesús nos hizo otro gran regalo en esa Última Cena que compartió con sus discípulos: el AMOR. Lo primero que hizo al entrar en el cenáculo fue lavar los pies de quienes habrían de comer con Él. Fijáos, el Hijo de Dios se rebajó a lavar los pies de sus discípulos: que esto nos enseñe y nos sirva de lectura de que, el cristiano, viene a este mundo a servir, y no a ser servido. El amor al prójimo, poner la otra mejilla … todo viene encaminado a un único mandamiento: amar a los demás como el mismo Dios nos ama. No tengamos en cuenta los cien talentos que nos adeudan, puesto que son más de mil los que adeudamos nosotros al Señor; si nuestro hermano nos ofende, que no sean siete, sino hasta setenta y siete las veces que lo perdonemos.

Jesús, en el Huerto de los Olivos, se retirará para orar y allí será tanta su amargura que rogará al Padre que aparte de Él el cáliz que le ha preparado; pero aún así, muestra su obediencia diciendo que se cumpla la voluntad de Dios y no la suya. ¿Cuántas veces nos desesperamos? ¿Cuántas, blasfemamos y nos sentimos dejados de la mano de Dios ante las vicisitudes de la vida? No nos quedemos dormidos como los discípulos, y aprendamos de Cristo como el Padre tiene trazado para cada uno de nosotros un camino, y cómo mediante la oración encontramos ese alivio y consuelo que tanto nos hace falta.

En ese Huerto de Getsemaní Jesús fue traicionado por Judas y prendido; de allí sería trasladado para su juicio y condenado por nuestras faltas y pecados a una muerte ignominiosa, la más horrible y detestada por las gentes de su tiempo. Flagelado, humillado y habiendo soportado la ignominia de una coronación de espinas, Jesús será presentado al pueblo.
Y no se queja. Y no muestra odio ni rechaza su destino. Simplemente, Jesús Cautivo guarda silencio. Y aún después de lo que hemos hecho, nos conforta. Su dulce mirada se fija en nosotros por un segundo y nos pregunta: ¿Qué te duele, hijo mío?. Es imposible no sentir cómo una sensación de bienestar recorre todo nuestro ser después de pararse un momento frente a Él y vaciar el peso que hunde nuestro corazón en sus manos. Divino maniatado, mírame siempre con esa compasión, porque hoy ante Ti …
Cautivo de Ti, Cautivo,
Estoy hoy ante Tus Plantas
Pues llega Semana Santa
Y Te me vas de entre los vivos
En una tarde enlutada.

Cautivos de Ti, Cautivo,
Tienes a los chipioneros
Que se afanan con esmero
En demostrar su cariño
Y que Te aman con celo.

Cautivo de Ti, Cautivo,
Tienes un faro en la mar,
Y un pueblo blanco de cal,
Y a una madre que sus hijos
Te encomienda si se van.

Cautivo de Ti, Cautivo,
Junco moreno amarrao,
Por mis culpas maniatao
Que no supo quien Te hizo
Que a Dios mismo a reflejao.

Cautivo de Ti, Cautivo,
Que esperas la cruz de muerte
Y no te importa Tu suerte
Sino que aún das cobijo
A quien acude a verte.

Cautiva de Ti, Cautivo,
Tienes a Chipiona entera
Que llegando primavera
Siente amargo escalofrío
Viéndote como Te llevan
Por Tu gran amor … Cautivo.

(Soleá, dame la Mano)


Y qué madre para tal Señor. La Virgen María, abogada perpetua de la humanidad, ha de observar como a su Hijo Amado lo tratan como a un vulgar asesino. Ella, que aceptó un día convertirse en el Sagrario que albergara el Espíritu Divino, y que llevó al Señor en Su Seno y lo vio crecer día a día, contempla ahora desolada a Jesús maniatado, azotado y coronado de espinas. Ya la profecía decía que una espada atravesaría su Corazón, pero es mi parecer que corto sería ese sufrimiento comparado con el que ha de padecer nuestra Divina Madre.
Será por eso que este vuestro pregonero siente una especial devoción hacia la Virgen, la cual siento como si otra madre fuera. Quizá por eso será que mi costal quisiera mudar por una almohada para llevarte; quizá por eso será que tu paso no me pesa; quizá por eso será que quisiera ser varal que sujetara Tu palio; quizá por eso será que me parece que cierro los ojos y Te veo, sobre mí, dándome el aliento que me falta.

Madre Buena, Madre Guapa …

Quien no Te conoce dice
Que no existe perfección:
Digo yo que nunca han visto
Esta Rosa de Pasión

Bendita Tú, Madre Mía,
Que entregaste el corazón
Y que con humildad fuiste
La Virgen Madre de Dios.

Tú alumbraste en la pobreza
Al Divino Redentor;
Tú nos regalaste un día
El consuelo de Tu Amor.

Dolores tienes por nombre,
Y es que en verdad Tu dolor
Con los Dolores del mundo
No ha de tener parangón.

Para darte a Ti consuelo
Aquí un día se formó
Un grupo de costaleros
Para la Madre de Dios

Señora, Te rogaría,
Que mires con comprensión
El trabajo y el tesón
Que te entregaron un día,
Mostrando su devoción.

Ya son veinticinco años
Que quedan en la memoria
De aquellos niños que un día
Se fundieron con Tu historia.

Ya son veinticinco años
Llevándote hasta la gloria;
Ya son veinticinco años
Que esta cuadrilla, Señora,
Te lleva hasta el mismo cielo
Por las calles de Chipiona.

Señora, mira a Tus hijos,
Que de Tus pies son tacones,
Mira dentro de su pecho,
Porque allí, en sus corazones,
Verás qué henchidos de orgullo,
qué gran fe va en sus sudores,
Y que sus lágrimas son
Nacidas de sus amores,
Muestras de su devoción
A Ti, su Madre, Dolores.

Ha pasado el Jueves Santo y Chipiona se recoge, tras acompañar a su Cristo Cautivo y a Su Madre y Señora de los Dolores, esperando que llegue un nuevo día donde todo lo escrito se ha de cumplir.
Quedan prendidas en el aire, las oraciones cantadas que, anónimas, salen de las gargantas del pueblo cristiano para pedir a Jesús o a Su Madre Bendita Su Divina intercesión en algún asunto. Dicen que quien cantando reza, cinco veces lo hace, así que no me gustaría dejar pasar la ocasión para, gracias a mi hermano Emilio, pedirle a la Señora de los Dolores que siga ayudando a Su Pueblo que tanto la quiere:

(Saeta Emilio)

El Viernes Santo llega, y con él el recuerdo de aquel milagro, cuando el Cristo salió en procesión para retirar las aguas que amenazaban con sepultar a su pueblo en el olvido. Para perpetuar ese momento, se puso una Cruz de Hierro frente al siempre caprichoso Océano, y se conmemora la efeméride con esa procesión que todos los días uno de noviembre sirve para que nos acordemos de Su Divina intercesión.
Misericordia Divina que nos muestra, día a día, al entregarse por nosotros a esa horrible muerte de Cruz. El Cristo, como se le conoce en Chipiona, saldrá nuevamente de Su Capilla para que todos reflexionemos ante el sacrificio que lleva a cabo Dios, al ofrecernos a Su Único Hijo a modo de místico cordero para expiar nuestros pecados:

La tarde lenta se muere
Un Viernes Santo de duelo
Cuando hasta el sol en el cielo
Dice a la noche que espere.

No quiere irse sin verte
Colgado de ese madero
Por ver si sus rayos pueden
Darte la vida de nuevo.

Pero la luna se asoma
Y te da luz de ternura;
Te ilumina con dulzura
Y más que luz, te da aroma.

Aroma de luz de luna
Que envuelve Tu cuerpo entero
Que colgado en el madero
De dolor el alma abruma.

Y Tú te sigues muriendo,
Lirio moreno trochado,
Soltaste el último aliento
Y hasta el Templo se ha rasgao.

Desde el cielo están llorando
Al ver morir al Cordero
Sacrificao en el madero
La tarde del Viernes Santo.

Después de tanto dolor
Sólo se quedó el Calvario,
Fue una laza último agravio
Que Longinos Te clavó.

Que no se mueva una flor,
Que el mundo se quede quieto:
¡No lo molestéis por Dios!,
Que no lo toque ni el viento
Que va muerto por AMOR.

(Jesús de las Penas)

Aún colgado de la Cruz, Cristo nos regaló el más grande don que se pudiera pensar: nos dio a Su Madre. A María, Jesús nos la ofreció como consuelo de los afligidos, diciéndole a San Juan esas benditas palabras:

“Ahí tienes a Tu Madre”.

Ahí tenemos a nuestra Madre, nuestra Universal Abogada … ¿y nosotros? ¿Somos también madres y padres buenos? Ahora se está debatiendo una Ley del aborto que propugna dar muerte a los niños no nacidos, incluso si la madre es menor de edad y no cuenta con el permiso de sus padres o tutores. Viene a mi memoria una historia que me contó un amigo, en la que una mujer, embarazada y con un niño de un año en brazos, fue a un médico para abortar. El médico le indicó que él estaba a favor de la vida, y ella se puso como una fiera diciendo que estaba en su derecho, como madre, de renunciar a esa criatura que todavía no tenía conocimiento. El médico, tras reflexionar, le propuso matar mejor al niño que tenía en brazos, ya que tampoco tenía conocimiento y sería mucho menos peligroso para ella. La mujer, tras unos instantes de estupor, comprendió por fin que tanto uno como otro eran fruto de su carne, y que le mismo derecho tenían uno y otro a estar vivos, así que renunció a abortar.
No nos dejemos llevar por las proclamas de aquellos a los que no importan los demás, y demos ejemplo de que nuestra Iglesia defiende la vida como regalo de Dios que es.
Y no nos limitemos al tema del aborto, sino que vayamos más allá, ayudando al necesitado, cuidando al enfermo, enseñando al que no sabe y, como no, acompañando al que está solo.

Al que está solo, porque María también se quedó sola, al pie de la Cruz, y Su pena no tenía consuelo. María, sola, sin nadie que la conforte, se nos presenta en la tarde del Viernes Santo chipionero pidiéndonos que no nos olvidemos de Ella, que la tengamos siempre presente porque Jesús mismo la nombró nuestra Auxiliadora.


¡Qué sola, la Soledad!

En el oscuro Calvario
Sola Te quedaste, Madre,
Cuando ya cayó la tarde
Y fue envuelto en un sudario.

Y Tú sola te quedaste
Sobre ese monte de roca,
Y yo quisiera, Señora,
Para curar tu desaire:

Ser suspiro de Tu boca,
Ser lágrima en Tus mejillas,
Ser de Tu barca la quilla
Y ser de Tu mar las olas;

Ser bálsamo de Tu dolor,
Ser palio que Te cobija
Ser pecho en el que palpita
Tu sangrante corazón.

Ser el sol que Te calienta,
Ser luna que Te ilumina,
Ser para Ti clavellina
Que perfume Tu tristeza.

Ser peana que Te ensalze,
Ser corona de grandeza,
Ser perla de Tu belleza,
Que más bonita no cabe.

Ser hijo para esa Madre
Que desconsolada está,
Ser para Ti Libertad
De ese dolor que es Tu cárcel.

¿Qué más quieres que te diga,
Si no puedo decir más?
Si es que no existen palabras
Pa’ poderte consolar,

Ni existe, Señora, un verbo,
Para poder expresar
La soledad que Te arropa
Y sólo puedo gritar
Viéndote ese Viernes Santo:
… ¡Qué sola estás, Soledad!

Pero aún otro puñal doloroso habría de clavarse en el corazón inmaculado de Nuestra Salvadora, pues Cristo, bajado ya de la Cruz, sería depositado en Sus brazos.
Yacente, con el cuerpo laxo y sin un soplo de vida en todo su Ser, Cristo es acunado en el regazo de Su Madre, la cual mira al Cielo preguntando el por qué.
Reciente es la imagen de la Piedad, pero no por ello menos bella. Refleja en Su mirada todo el dolor de una Madre que ve cómo su Hijo es arrancado de la vida sin ningún tipo de explicación, y tiene que soportar el sostenerlo entre sus brazos. Decir que la imagen es sublime sería quedarme muy corto, porque tengo que confesarles, señoras y señores, que me he quedado prendado de esta exquisita dolorosa chipionera.

Sobre Tus rodillas descansa, ya inerte
Vacío el madero contempla el momento
En que se acabaron todos Sus tormentos
Cuando en Tu regazo puedes sostenerle.
Tú, que desde niño le diste el sustento,
¿Quién puede saber lo que fue perderle?


Tu cálido abrazo no siente Su pulso
Tu rostro es un cielo estrellado en lágrimas
Y sientes la pérdida con la pena atávica
Que ya desde Eva recorre este mundo.
Abrazas Su Cuerpo con Tus manos lánguidas
¿Acaso lo acunas con breves susurros?

Tu palio desdeñas, no quieres consuelo,
Que ya el firmamento le sirve de techo
Al gran desaliento que colma Tu pecho
Y es que tanta pena no cabe en el cielo.
Que nada Te alivia el corazón maltrecho
Ni para Tu luto Te sirven los velos.

¿No ves, mi Señora, que viene dormido?
Abrázalo fuerte, no sea que se caiga,
Que aunque sea mentira, la verdad tan trágica
Hace que Te diga cosas sin sentido;
Yo sé que está a salvo con Tu vigilancia:
Que no lo despierten mis llantos marchitos,
Que os llevaremos pasito a pasito
A perfumar Chipiona, Tu suave fragancia.

Ya todo llega a su fin.

Ya el pregonero, una vez llegados a este punto y entrando ya en las postrimerías de este vuestro pregón, quisiera pedirles perdón.
Perdón por estas torpes palabras que han salido de mi garganta, más llevadas por la buena voluntad y el sentimiento que por el buen hacer y la sapiencia; perdón, por los muchísimos errores que seguro habrán poblado este pregón; perdón, en definitiva, para este que les habla, que no es más que un cofrade enamorado de la Semana Santa y que se ha atrevido hoy a abrirles su corazón.

Porque ya está a punto de llegar esa Bendita Semana donde conmemoraremos la Pasión y Muerte de nuestro Señor. Porque dentro de muy pocos días, las iglesias estarán abarrotadas y todos sentiremos como parte de nuestro cuerpo esta bendita locura que invadirá nuestras calles. Porque huele a azahar, a alpisteras, a torrijas y arroz con leche, a guisos de bacalao y a cirios nuevos; a túnicas recién planchadas y a incienso. Porque los miembros de las Hermandades tendrán una actividad febril … pero sobre todo, porque todo esto no tendría ningún sentido si en la madrugada del Domingo Cristo no resucitara.

De un crepúsculo muerto nacerá la aurora,
De una noche callada surgirán los cantos,
De un pelícano místico comerán los pájaros
De un nuevo sol brillará una luz abrasadora.

El Sábado Santo, jornada de luto y reflexión, dejará paso a una madrugada del domingo donde, entre los muros de este Templo, un grupo de personas esperará a que Cristo Resucite. Y lo recibirán con cánticos, y romperán su ayuno con un ágape, y con la fe de la redención reirán y darán gracias al Señor porque Cristo ha resucitado, y anunciarán la Buena Nueva a sus amigos y vecinos.

¡Aleluya, aleluya!
Ya Cristo ha resucitado
Ya volvió de entre los muertos,
Ya tenemos al Maestro
Que una Cruz fue clavado

Aleluya, aleluya
Ya vemos Su Nuevo Cuerpo
Con las marcas de los clavos,
Ya en la llaga del costado
Podemos meter los dedos

Aleluya, aleluya
Cantan todos mis hermanos
Porque un Cristo maniatado
Muerto en la cruz del pecado
Su sepulcro ha abandonado

Aleluya, aleluya,
Semana Santa ha llegado
Para contarnos de nuevo
Que Jesús, Santo Cordero,
Fue por Dios Sacrificado
Y colgado de un madero

Pero que ha vuelto de nuevo
Por Su Padre coronado
Como el Rey de los Cielos
Y está sentado a Su lado
Para gobernar Su Reino.

Aleluya, aleluya,
Que Cristo ha Resucitado
Y ya ha Chipiona ha llegado
La Santa Semana Santa
Y ya quiebro mi garganta
Para deciros, hermanos:
¡¡¡Aleluya!!!
He dicho.
(Esperanza de Triana Coronada)

Perdón por el retraso

Cuánto tiempo sin pasar por aquí, compañeros.

Pido humildemente disculpas a todo aquel que haya querido pasarse por aquí y leer algo nuevo; en mi descargo, he de decir que las veces que lo he intentado me ha resultado imposible, hasta que hoy he podido rescatar mi cuenta de usuario de blogger.

En fin, aquí estamos y aquí seguimos.


Voy a dejaros algunas entradas nuevas, sacadas de algunas cositas que he realizado en este tiempo sin vosotros.


Un saludo para algunos y un abrazo para los que sabéis.

lunes, 12 de enero de 2009

Una mano ... sólo una mano

¿Por qué nos cuesta tanto pedirlo?

Es más ... ¿por qué nos cuesta tanto siquiera amagar con darla?.

No sé a vosotros, pero a mí francamente muchas veces me hace falta. No digo ya un abrazo o una palabra cariñosa, sino simplemente una mano que te acaricie, o que te golpee suavemente en la espalda o el hombro, o que estreche la tuya con sinceridad.

Esas tardes cuando estás viendo llover. O esas noches frías de invierno, cuando acurrucado en el sofá miras esa estúpida pantalla de imágenes. O un día cualquiera, a cualquier hora.

Porque la vida es muy corta y pasa muy deprisa. Porque a todos nos gusta sentirnos queridos. Porque lo necesitamos, o precisamente porque no lo necesitamos en ese preciso momento. Porque si en este mundo no aprovechamos la oportunidad que nos brinda una mano amiga, ese universo por descubrir que se esconde tras ese brazo tendido, no sé dónde vamos a llegar. Porque somos humanos, divinamente humanos y necesitamos (necesito) de otras personas que me complemente y me hagan sentir como una persona.

Si no puedo tener a nadie que me tienda una mano ... ¿qué podré poner en mi epitafio que merezca la pena?

Nada.

Ojalá hoy alguien te haya dirigido esa palabra cariñosa, o te haya sonreído al pasar. Quiera Dios que hayas podido sentir esa sensación de bienestar que sólo una noche con los amigos te puede proporcionar, y como no, el incomparable goce de haberle dado un beso a tus padres sin ningún motivo especial. Estar junto a tu pareja, simplemente abrazado, y verla dormir acurrucada en tu pecho.

Si, una mano.

Una mano que nos dice que somos queridos, tales y como fuimos concebidos y como somos hoy en día, y que a nuestro alrededor hay mucha gente a la que le importamos.

Que no se nos olvide nunca cuando estrechamos la mano de alguien a quien conocemos, puesto que sólo con ese gesto podemos redimir a ese otro yo al que todavía no hemos descubierto.



Saludos, hermano. Aquí tienes mi mano.