martes, 10 de noviembre de 2009

Pregón Semana Santa de Chipiona

Aquí os dejo el pregón de la Semana Santa de Chipiona del año 2.009, realizado por un servidor de ustedes.

Entre paréntesis tenéis las marchas que se interpretaron.


Resuenan todavía los redobles
De tambores, carnavales y algaradas
Cuando ya la primavera, engalanada,
Nos anuncia que llegó junto a sus flores.

Ya templan las cornetas sus quejíos,
El aroma de torrijas nos embarga
Ya las tardes, cada día más largas,
Lanzan a la noche un silente desafío.

Costaleros con sus últimos ensayos,
Nazarenos que compran su atavío,
La luna de la Pascua del judío
Que anuncia el Viernes Santo a los cristianos.

Todo ha de llegar, y consumarse
En esta Jerusalem de Andalucía
Donde un Cristo que Expira al mediodía
No exhalará hasta morir la tarde.

Y en Chipiona un faro, que es vigía,
Observará de nuevo a un Dios Cautivo
Que paso a paso, acompañado de sus hijos,
Espera el momento de cumplir la profecía.

Y una Madre dolorosa, envuelta en llanto,
Con flores que adornan Su hermosura
Comenzará bajo palio Su andadura
Cubriéndonos de pena con su manto.

Será Su Soledad tan desgarrada
Que saldremos tras Ella caminando
Queriendo ser remedio del quebranto
Que perla de lágrimas Su cara.

Un Cristo colgando de un madero
Misericordias nos trae del Viernes Santo
Y hasta la misma luna se hará canto
De saetas que nos llegan desde el cielo.

Rendido ya en los brazos de Su Madre
Las maldades de los hombres ha purgado:
Ese era el precio de expiar nuestros pecados,
La sangre de los hombres por Su Sangre.
La Santa Semana Santa ya ha llegado
Y en Chipona se hará devota penitente
Para hacer sentir y recordar a sus gentes
Una alianza de amor: Cristo crucificado.

Que tus calles se preparen, que ya llega,
Que la sal de tu mar sea tu incienso
Que rumor de tus olas sea lamento
Porque termina ya el tiempo de cuaresma
Y quiere Dios que sea en esta tierra
Donde Su Hijo nació, vivió y fue muerto.

Reverendo Señor don José Ramón Martínez de Tobillas, párroco de esta Iglesia de La O.
Excelentísimo Señor Alcalde de esta Villa de Chipiona, don Manuel García, y miembros de la Corporación Municipal.
Don Agustín Hernández, Delegado Diocesano de HH y CC.
Señores Hermanos Mayores y miembros de Juntas de Gobierno de las Hermandades chipioneras.
Hermano Mayor y compañeros de Junta de Gobierno de mi Hermandad de la Sagrada Resurrección.
Cofrades, amigos, señoras y señores:

Muy poco propio de mí sería empezar este vuestro Pregón sin antes agradecer, con el corazón en la mano, el que hoy me hayáis regalado el estar aquí con vosotros.
Gracias por ofrecerme este ambón pregonero para anunciaros lo que está por venir, lo que ha de llegar y que a todos, de una forma o de otra, nos empuja a salir de casa y venir al Templo para encontrarlo.

Gracias a los Hermanos Mayores del Cautivo y de las Misericordias, por depositar su confianza en mí, sin conocerme siquiera, para pregonar sus grandes días. Mucha es la responsabilidad que hoy depositáis en mí, y espero que sepáis ver el cariño y la ilusión que lleva depositado este Pregón, para que así podáis disculpar mis muchos fallos.

Gracias a Paco Sáez por sugerirles mi nombre, seguramente guiado por el cariño, y así poder estar aquí hoy con vosotros. Y gracias a Manolo, por presentarme de esta forma magistral; querido Manolo, siguen pasando los años y seguimos como al principio, llenos de proyectos e ilusiones al amparo de la túnica de Cristo Resucitado.

Pero permítanme que hoy también agradezca de manera pública a dos personas muy especiales que han hecho posible que hoy esté aquí y que mi nombre figure en la lista de los cristianos. Son dos personas que desde niño me han guiado para que mi camino sea el recto, sin dobleces. Dicen que a los árboles hay que enderezarlos desde pequeños, y así lo han hecho conmigo. Gracias, mamá y papá, por ser unos padres ejemplares, que siempre han tenido la virtud de hacer de su capa un sayo para que nada faltara a sus hijos, y que se han preocupado de enseñarnos valores cristianos, para hacernos personas de bien. Gracias por regalarme la inmensa dicha de sentirme hijo de Dios siendo a la vez hijo vuestro.

Qué suerte tener dos guías
Que con cariño sincero
Te conducen por la vida
Abriéndote sus secretos:
Que te enseñen a rezar
Tus primeros padrenuestros.

Qué suerte la de haber sido
Un pequeño nazareno;
Qué suerte el haber tenido
Un capirote de sueños,
Un cíngulo de emociones
Y una túnica de anhelos.

Qué suerte coger un cirio
Y caminar el silencio;
Qué suerte poder dar cera
Al que pide con respeto,
Y acompañar a Tu Cristo
Cuando sale de Su Templo.

Qué suerte tener un padre
Que fuera de costalero:
Que me viniera a buscar
Cuando salía de relevo,
Y ver brillar su mirada
Al ver a su nazareno.

Qué suerte ver a mi madre
Mi túnica un día cosiendo;
Qué suerte que me acompañara
A mi lado, sonriendo,
Que me dejara el rosario
Que rezaba entre sus dedos.

Qué suerte, señor, que un día,
Me dieras padres tan buenos
Que me enseñaron a ser
Cristiano, penitente y costalero
Y que son de Cristo vivo
Los mejores pregoneros.
(Madre Hiniesta)

Qué tiempos tan difíciles nos están tocando vivir, hermanos. Ahora está de moda el descreimiento, el renegar de nuestras creencias y nuestra religión, el no querer saber nada de nuestro pasado y dedicarnos simplemente a disfrutar de la vida, sin preocuparnos de nada ni de nadie. Por lo visto estorban hasta los símbolos cristianos que puedan verse, como por ejemplo un crucifijo colgado en la pared de un colegio. Nadie recuerda ya que los religiosos han sido los que han transmitido la cultura y el conocimiento desde tiempos remotos, que en esos colegios donde hoy se da ética y se aprende a ser buen ciudadano antes sonaban con alegría los cánticos infantiles, canciones de misa e iglesia que muchos de los presentes recordaremos.
Ahora no. Ahora las vejaciones grabadas con un móvil y colgadas en internet están a la orden del día, y a mí que no me molesten con la educación de mis hijos, pero que no se le ocurra a nadie querer enseñarle lo que a mí no me da la real gana de hacerle ver. No es que abogue por una educación religiosa de unos tiempos de posguerra ya pasados, sino que creo que conocer las tradiciones y la cultura de su tierra forma parte de una correcta formación, para que los jóvenes que hoy se forjan sientan respeto y apego por la herencia que van a recibir, y no la malvendan a cambio de cuatro fetiches importados.

No queremos ver las cruces, y eso que las tenemos presentes cada día. La cruz del paro, por desgracia hoy día tan en boga; la cruz de la violencia contra la mujer, que tantas páginas de diarios llena; la cruz del aborto, con unos gobernantes que quieren promulgar una ley que atenta abiertamente contra la vida; la cruz del divorcio, cuando los matrimonios se están rompiendo sin ton ni son; la cruz de la droga, de los enfermos, de los marginados; la cruz de las personas mayores, que parece que estorben en nuestra vida moderna; la cruz de la delincuencia, con unos jóvenes que no saben hacia dónde deben encaminarse …
Pero esas cruces no la queremos ver hoy: mejor nos va mirándonos el ombligo en este mundo edonista donde los placeres artificiales parecen haberle ganado la batalla a Dios.

Cruz:
Ahora molestas sin pensar que un día
Cuando vieron acercarse la hora funesta
Acudieron a Ti, e implorándote pedían
Que se retirara el mar que invadía la tierra.

Retirarte quieren de entre nuestras calles
Que no les moleste Tu sola presencia
No sea que alguien viéndote repare
En cuanto añoramos contar con Tu esencia.

La cruz que quitamos, sólo la cambiamos
Por ídolos vacuos que su poder quieren
Para hacer dinero los cuatro de siempre.

¡¡¡Nunca dejaremos quitar nuestras cruces,
Pues son nuestra fe, creencia y cultura,
Y si algún Gobierno Te echa a la basura,
Yo Te cogeré, no una: mil veces!!!

Ya llega, como cada año, la semana soñada por los cofrades. Ya se puede uno imaginar, embriagado quizá por el aroma del azahar y puede que presto a dejarse llevar por las ensoñaciones, ese Domingo de Ramos festivo, lleno de color y donde los niños agitan sus palmas y olivos. Cuánto has de pasar todavía, Señor, qué lejos nos parece que queda Tu Pasión cuando, engalanados con nuestro mejor traje, nos disponemos dichosos a oír Tu Palabra. Y es que hasta el mismo Templo parecer medrar, crecer con nosotros y llevar hasta el mismo cielo nuestros cánticos de alegría, porque el Señor llega.

Llegaste un nuevo Domingo,
De Palmas, olivos, cantos,
De infantiles procesiones,
De juveniles encantos.

Llegaste en Tu borriquita,
Entraste de forma humilde
Así diste una lección
A quienes han de servirte.

Sigues entrando, Señor,
En este Jerusalem
Que se presta a recibirte
Con las palmas de la Fe.

No Te habremos de cerrar
La puerta del Corazón
Para que entres, Maestro,
Pues ya empieza Tu Pasión.

Así, tras la Última Cena,
Te entregaron en el Huerto,
Y te llevaron atado
Preso de tu Amor, preso.

Juzgado fuiste, Señor,
Y condenado a la pena
De morir en una Cruz:
¡Ay, cuán severa condena!

Llegaste hasta Tu calvario
Cargando con el madero
Y al fín, muriste purgando
Pecados del mundo entero.

Si cuando llegaste fuiste
Recibido con hosannas
Hoy Te vas de entre los vivos
Solo, hoy nadie Te aclama.

Señor, perdona a Tu pueblo,
Que Te rinde culto esta Semana
Y se postra ante Ti, busca tu encuentro,
Porque sabe que aunque hoy Te vea muerto
Resurgirás con el sol de una mañana.

Y la Pasión de Cristo comenzará, a partir del Jueves Santo, con su Última Cena. El Señor nos regaló la Eucaristía, verdadera alianza nueva entre Dios y los hombres, para que conmemoremos su presencia entre nosotros. Ya nos anunció que el Templo derribado en tres días lo ha de reconstruir, y no nos damos cuenta de lo que tiene que sufrir por nosotros. Un Judas traidor tiene en su bolsa treinta monedas, que son el precio de la vida del Redentor del mundo.

¿Y cuántos Judas conocemos nosotros? ¿Cuántos, cegados por el ansia de poder y de dinero, que venden a sus hermanos, a sus vecinos, a su tierra …? ¿Qué hemos de hacer con éstos que miserablemente van buscando protagonismo, sin recabar en quién perjudican con su actitud?

Afortunadamente, Jesús nos hizo otro gran regalo en esa Última Cena que compartió con sus discípulos: el AMOR. Lo primero que hizo al entrar en el cenáculo fue lavar los pies de quienes habrían de comer con Él. Fijáos, el Hijo de Dios se rebajó a lavar los pies de sus discípulos: que esto nos enseñe y nos sirva de lectura de que, el cristiano, viene a este mundo a servir, y no a ser servido. El amor al prójimo, poner la otra mejilla … todo viene encaminado a un único mandamiento: amar a los demás como el mismo Dios nos ama. No tengamos en cuenta los cien talentos que nos adeudan, puesto que son más de mil los que adeudamos nosotros al Señor; si nuestro hermano nos ofende, que no sean siete, sino hasta setenta y siete las veces que lo perdonemos.

Jesús, en el Huerto de los Olivos, se retirará para orar y allí será tanta su amargura que rogará al Padre que aparte de Él el cáliz que le ha preparado; pero aún así, muestra su obediencia diciendo que se cumpla la voluntad de Dios y no la suya. ¿Cuántas veces nos desesperamos? ¿Cuántas, blasfemamos y nos sentimos dejados de la mano de Dios ante las vicisitudes de la vida? No nos quedemos dormidos como los discípulos, y aprendamos de Cristo como el Padre tiene trazado para cada uno de nosotros un camino, y cómo mediante la oración encontramos ese alivio y consuelo que tanto nos hace falta.

En ese Huerto de Getsemaní Jesús fue traicionado por Judas y prendido; de allí sería trasladado para su juicio y condenado por nuestras faltas y pecados a una muerte ignominiosa, la más horrible y detestada por las gentes de su tiempo. Flagelado, humillado y habiendo soportado la ignominia de una coronación de espinas, Jesús será presentado al pueblo.
Y no se queja. Y no muestra odio ni rechaza su destino. Simplemente, Jesús Cautivo guarda silencio. Y aún después de lo que hemos hecho, nos conforta. Su dulce mirada se fija en nosotros por un segundo y nos pregunta: ¿Qué te duele, hijo mío?. Es imposible no sentir cómo una sensación de bienestar recorre todo nuestro ser después de pararse un momento frente a Él y vaciar el peso que hunde nuestro corazón en sus manos. Divino maniatado, mírame siempre con esa compasión, porque hoy ante Ti …
Cautivo de Ti, Cautivo,
Estoy hoy ante Tus Plantas
Pues llega Semana Santa
Y Te me vas de entre los vivos
En una tarde enlutada.

Cautivos de Ti, Cautivo,
Tienes a los chipioneros
Que se afanan con esmero
En demostrar su cariño
Y que Te aman con celo.

Cautivo de Ti, Cautivo,
Tienes un faro en la mar,
Y un pueblo blanco de cal,
Y a una madre que sus hijos
Te encomienda si se van.

Cautivo de Ti, Cautivo,
Junco moreno amarrao,
Por mis culpas maniatao
Que no supo quien Te hizo
Que a Dios mismo a reflejao.

Cautivo de Ti, Cautivo,
Que esperas la cruz de muerte
Y no te importa Tu suerte
Sino que aún das cobijo
A quien acude a verte.

Cautiva de Ti, Cautivo,
Tienes a Chipiona entera
Que llegando primavera
Siente amargo escalofrío
Viéndote como Te llevan
Por Tu gran amor … Cautivo.

(Soleá, dame la Mano)


Y qué madre para tal Señor. La Virgen María, abogada perpetua de la humanidad, ha de observar como a su Hijo Amado lo tratan como a un vulgar asesino. Ella, que aceptó un día convertirse en el Sagrario que albergara el Espíritu Divino, y que llevó al Señor en Su Seno y lo vio crecer día a día, contempla ahora desolada a Jesús maniatado, azotado y coronado de espinas. Ya la profecía decía que una espada atravesaría su Corazón, pero es mi parecer que corto sería ese sufrimiento comparado con el que ha de padecer nuestra Divina Madre.
Será por eso que este vuestro pregonero siente una especial devoción hacia la Virgen, la cual siento como si otra madre fuera. Quizá por eso será que mi costal quisiera mudar por una almohada para llevarte; quizá por eso será que tu paso no me pesa; quizá por eso será que quisiera ser varal que sujetara Tu palio; quizá por eso será que me parece que cierro los ojos y Te veo, sobre mí, dándome el aliento que me falta.

Madre Buena, Madre Guapa …

Quien no Te conoce dice
Que no existe perfección:
Digo yo que nunca han visto
Esta Rosa de Pasión

Bendita Tú, Madre Mía,
Que entregaste el corazón
Y que con humildad fuiste
La Virgen Madre de Dios.

Tú alumbraste en la pobreza
Al Divino Redentor;
Tú nos regalaste un día
El consuelo de Tu Amor.

Dolores tienes por nombre,
Y es que en verdad Tu dolor
Con los Dolores del mundo
No ha de tener parangón.

Para darte a Ti consuelo
Aquí un día se formó
Un grupo de costaleros
Para la Madre de Dios

Señora, Te rogaría,
Que mires con comprensión
El trabajo y el tesón
Que te entregaron un día,
Mostrando su devoción.

Ya son veinticinco años
Que quedan en la memoria
De aquellos niños que un día
Se fundieron con Tu historia.

Ya son veinticinco años
Llevándote hasta la gloria;
Ya son veinticinco años
Que esta cuadrilla, Señora,
Te lleva hasta el mismo cielo
Por las calles de Chipiona.

Señora, mira a Tus hijos,
Que de Tus pies son tacones,
Mira dentro de su pecho,
Porque allí, en sus corazones,
Verás qué henchidos de orgullo,
qué gran fe va en sus sudores,
Y que sus lágrimas son
Nacidas de sus amores,
Muestras de su devoción
A Ti, su Madre, Dolores.

Ha pasado el Jueves Santo y Chipiona se recoge, tras acompañar a su Cristo Cautivo y a Su Madre y Señora de los Dolores, esperando que llegue un nuevo día donde todo lo escrito se ha de cumplir.
Quedan prendidas en el aire, las oraciones cantadas que, anónimas, salen de las gargantas del pueblo cristiano para pedir a Jesús o a Su Madre Bendita Su Divina intercesión en algún asunto. Dicen que quien cantando reza, cinco veces lo hace, así que no me gustaría dejar pasar la ocasión para, gracias a mi hermano Emilio, pedirle a la Señora de los Dolores que siga ayudando a Su Pueblo que tanto la quiere:

(Saeta Emilio)

El Viernes Santo llega, y con él el recuerdo de aquel milagro, cuando el Cristo salió en procesión para retirar las aguas que amenazaban con sepultar a su pueblo en el olvido. Para perpetuar ese momento, se puso una Cruz de Hierro frente al siempre caprichoso Océano, y se conmemora la efeméride con esa procesión que todos los días uno de noviembre sirve para que nos acordemos de Su Divina intercesión.
Misericordia Divina que nos muestra, día a día, al entregarse por nosotros a esa horrible muerte de Cruz. El Cristo, como se le conoce en Chipiona, saldrá nuevamente de Su Capilla para que todos reflexionemos ante el sacrificio que lleva a cabo Dios, al ofrecernos a Su Único Hijo a modo de místico cordero para expiar nuestros pecados:

La tarde lenta se muere
Un Viernes Santo de duelo
Cuando hasta el sol en el cielo
Dice a la noche que espere.

No quiere irse sin verte
Colgado de ese madero
Por ver si sus rayos pueden
Darte la vida de nuevo.

Pero la luna se asoma
Y te da luz de ternura;
Te ilumina con dulzura
Y más que luz, te da aroma.

Aroma de luz de luna
Que envuelve Tu cuerpo entero
Que colgado en el madero
De dolor el alma abruma.

Y Tú te sigues muriendo,
Lirio moreno trochado,
Soltaste el último aliento
Y hasta el Templo se ha rasgao.

Desde el cielo están llorando
Al ver morir al Cordero
Sacrificao en el madero
La tarde del Viernes Santo.

Después de tanto dolor
Sólo se quedó el Calvario,
Fue una laza último agravio
Que Longinos Te clavó.

Que no se mueva una flor,
Que el mundo se quede quieto:
¡No lo molestéis por Dios!,
Que no lo toque ni el viento
Que va muerto por AMOR.

(Jesús de las Penas)

Aún colgado de la Cruz, Cristo nos regaló el más grande don que se pudiera pensar: nos dio a Su Madre. A María, Jesús nos la ofreció como consuelo de los afligidos, diciéndole a San Juan esas benditas palabras:

“Ahí tienes a Tu Madre”.

Ahí tenemos a nuestra Madre, nuestra Universal Abogada … ¿y nosotros? ¿Somos también madres y padres buenos? Ahora se está debatiendo una Ley del aborto que propugna dar muerte a los niños no nacidos, incluso si la madre es menor de edad y no cuenta con el permiso de sus padres o tutores. Viene a mi memoria una historia que me contó un amigo, en la que una mujer, embarazada y con un niño de un año en brazos, fue a un médico para abortar. El médico le indicó que él estaba a favor de la vida, y ella se puso como una fiera diciendo que estaba en su derecho, como madre, de renunciar a esa criatura que todavía no tenía conocimiento. El médico, tras reflexionar, le propuso matar mejor al niño que tenía en brazos, ya que tampoco tenía conocimiento y sería mucho menos peligroso para ella. La mujer, tras unos instantes de estupor, comprendió por fin que tanto uno como otro eran fruto de su carne, y que le mismo derecho tenían uno y otro a estar vivos, así que renunció a abortar.
No nos dejemos llevar por las proclamas de aquellos a los que no importan los demás, y demos ejemplo de que nuestra Iglesia defiende la vida como regalo de Dios que es.
Y no nos limitemos al tema del aborto, sino que vayamos más allá, ayudando al necesitado, cuidando al enfermo, enseñando al que no sabe y, como no, acompañando al que está solo.

Al que está solo, porque María también se quedó sola, al pie de la Cruz, y Su pena no tenía consuelo. María, sola, sin nadie que la conforte, se nos presenta en la tarde del Viernes Santo chipionero pidiéndonos que no nos olvidemos de Ella, que la tengamos siempre presente porque Jesús mismo la nombró nuestra Auxiliadora.


¡Qué sola, la Soledad!

En el oscuro Calvario
Sola Te quedaste, Madre,
Cuando ya cayó la tarde
Y fue envuelto en un sudario.

Y Tú sola te quedaste
Sobre ese monte de roca,
Y yo quisiera, Señora,
Para curar tu desaire:

Ser suspiro de Tu boca,
Ser lágrima en Tus mejillas,
Ser de Tu barca la quilla
Y ser de Tu mar las olas;

Ser bálsamo de Tu dolor,
Ser palio que Te cobija
Ser pecho en el que palpita
Tu sangrante corazón.

Ser el sol que Te calienta,
Ser luna que Te ilumina,
Ser para Ti clavellina
Que perfume Tu tristeza.

Ser peana que Te ensalze,
Ser corona de grandeza,
Ser perla de Tu belleza,
Que más bonita no cabe.

Ser hijo para esa Madre
Que desconsolada está,
Ser para Ti Libertad
De ese dolor que es Tu cárcel.

¿Qué más quieres que te diga,
Si no puedo decir más?
Si es que no existen palabras
Pa’ poderte consolar,

Ni existe, Señora, un verbo,
Para poder expresar
La soledad que Te arropa
Y sólo puedo gritar
Viéndote ese Viernes Santo:
… ¡Qué sola estás, Soledad!

Pero aún otro puñal doloroso habría de clavarse en el corazón inmaculado de Nuestra Salvadora, pues Cristo, bajado ya de la Cruz, sería depositado en Sus brazos.
Yacente, con el cuerpo laxo y sin un soplo de vida en todo su Ser, Cristo es acunado en el regazo de Su Madre, la cual mira al Cielo preguntando el por qué.
Reciente es la imagen de la Piedad, pero no por ello menos bella. Refleja en Su mirada todo el dolor de una Madre que ve cómo su Hijo es arrancado de la vida sin ningún tipo de explicación, y tiene que soportar el sostenerlo entre sus brazos. Decir que la imagen es sublime sería quedarme muy corto, porque tengo que confesarles, señoras y señores, que me he quedado prendado de esta exquisita dolorosa chipionera.

Sobre Tus rodillas descansa, ya inerte
Vacío el madero contempla el momento
En que se acabaron todos Sus tormentos
Cuando en Tu regazo puedes sostenerle.
Tú, que desde niño le diste el sustento,
¿Quién puede saber lo que fue perderle?


Tu cálido abrazo no siente Su pulso
Tu rostro es un cielo estrellado en lágrimas
Y sientes la pérdida con la pena atávica
Que ya desde Eva recorre este mundo.
Abrazas Su Cuerpo con Tus manos lánguidas
¿Acaso lo acunas con breves susurros?

Tu palio desdeñas, no quieres consuelo,
Que ya el firmamento le sirve de techo
Al gran desaliento que colma Tu pecho
Y es que tanta pena no cabe en el cielo.
Que nada Te alivia el corazón maltrecho
Ni para Tu luto Te sirven los velos.

¿No ves, mi Señora, que viene dormido?
Abrázalo fuerte, no sea que se caiga,
Que aunque sea mentira, la verdad tan trágica
Hace que Te diga cosas sin sentido;
Yo sé que está a salvo con Tu vigilancia:
Que no lo despierten mis llantos marchitos,
Que os llevaremos pasito a pasito
A perfumar Chipiona, Tu suave fragancia.

Ya todo llega a su fin.

Ya el pregonero, una vez llegados a este punto y entrando ya en las postrimerías de este vuestro pregón, quisiera pedirles perdón.
Perdón por estas torpes palabras que han salido de mi garganta, más llevadas por la buena voluntad y el sentimiento que por el buen hacer y la sapiencia; perdón, por los muchísimos errores que seguro habrán poblado este pregón; perdón, en definitiva, para este que les habla, que no es más que un cofrade enamorado de la Semana Santa y que se ha atrevido hoy a abrirles su corazón.

Porque ya está a punto de llegar esa Bendita Semana donde conmemoraremos la Pasión y Muerte de nuestro Señor. Porque dentro de muy pocos días, las iglesias estarán abarrotadas y todos sentiremos como parte de nuestro cuerpo esta bendita locura que invadirá nuestras calles. Porque huele a azahar, a alpisteras, a torrijas y arroz con leche, a guisos de bacalao y a cirios nuevos; a túnicas recién planchadas y a incienso. Porque los miembros de las Hermandades tendrán una actividad febril … pero sobre todo, porque todo esto no tendría ningún sentido si en la madrugada del Domingo Cristo no resucitara.

De un crepúsculo muerto nacerá la aurora,
De una noche callada surgirán los cantos,
De un pelícano místico comerán los pájaros
De un nuevo sol brillará una luz abrasadora.

El Sábado Santo, jornada de luto y reflexión, dejará paso a una madrugada del domingo donde, entre los muros de este Templo, un grupo de personas esperará a que Cristo Resucite. Y lo recibirán con cánticos, y romperán su ayuno con un ágape, y con la fe de la redención reirán y darán gracias al Señor porque Cristo ha resucitado, y anunciarán la Buena Nueva a sus amigos y vecinos.

¡Aleluya, aleluya!
Ya Cristo ha resucitado
Ya volvió de entre los muertos,
Ya tenemos al Maestro
Que una Cruz fue clavado

Aleluya, aleluya
Ya vemos Su Nuevo Cuerpo
Con las marcas de los clavos,
Ya en la llaga del costado
Podemos meter los dedos

Aleluya, aleluya
Cantan todos mis hermanos
Porque un Cristo maniatado
Muerto en la cruz del pecado
Su sepulcro ha abandonado

Aleluya, aleluya,
Semana Santa ha llegado
Para contarnos de nuevo
Que Jesús, Santo Cordero,
Fue por Dios Sacrificado
Y colgado de un madero

Pero que ha vuelto de nuevo
Por Su Padre coronado
Como el Rey de los Cielos
Y está sentado a Su lado
Para gobernar Su Reino.

Aleluya, aleluya,
Que Cristo ha Resucitado
Y ya ha Chipiona ha llegado
La Santa Semana Santa
Y ya quiebro mi garganta
Para deciros, hermanos:
¡¡¡Aleluya!!!
He dicho.
(Esperanza de Triana Coronada)

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